La soledad es una mala bestia, tanto si es un hecho consumado como si es solo la amenaza implícita al paso del tiempo y a una vejez no acompañada. Party Girl describe esa inquietud invisible, esa perpetua nostálgica por una felicidad que ni siquiera sabes si existe, a los sesenta, cuando ciertas luces empiezan a apagarse y ciertas sombras comienzan a acechar, amenazando con pasar factura por las decisiones equivocadas y a destiempo, en ese tiempo en el que uno intuye, quizá empieza a tocar retirada.
El trío de directores de esta propuesta, que arrancó incontables aplausos en Cannes después hacerse con el premio a la mejor ópera prima, exprime hasta el límite de sus posibilidades expresivas los silencios, a veces cómplices, a veces calladamente hostiles, de los habitantes de esta película, que se forja en torno a esa encrucijada en la que tu vida amenaza con dejar de ser tuya para ser propiedad de las expectativas ajenas.
Aurora Cortes, en VII Ciclo de Cine Quebequense… | |
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Begoña en Ciclo de Cine Quebequense | |
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Solo con leer esta entrada, apetece mucho acceder al universo de «Party girl». Experimentar esos silencios hostiles y esa brutal soledad durante la duración de la cinta, para luego, salir de nuevo al oxígeno de la realidad y darse de morros con esa felicidad nostálgica y darse cuenta de que, momentáneamente, toma las riendas de nuestra existencia, aunque solo sea por un micro segundo.
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